Marisol Escobar

Marisol Escobar. Foto: Ana Luisa Figueredo.
Con la muerte de Marisol Escobar (“Marisol”), ocurrida el pasado 30 de abril, podemos afirmar que ha desaparecido una de las más singulares e icónicas escultoras del siglo XX. Venezolana nacida en París, estuvo ligada al país suramericano no sólo por ascendencia paterna, sino por haber vivido en Caracas durante su niñez, tras la muerte de su madre en 1941. Además, su obra fue objeto de una cálida y constante valoración por el mundo cultural venezolano, que la consideró con orgullo como una de sus más importantes artistas nacionales. 
 
Su formación fue amplia y muy rica. Realizó estudios en instituciones tan prestigiosas como la Escuela Superior de Bellas Artes y la Academia Julian de París, Art Student League, New York School y New York School for Social Research de Nueva York.
 
Durante los años cincuenta comenzó a desarrollar su personalísimo estilo escultórico, al crear pequeñas figuras de terracota dispuestas en cajas. En esa época inicia, en la Galería Leo Castelli, su larga actividad expositiva. En la década de 1960, residenciada en Nueva York, empieza a ser asociada a los artistas del movimiento pop norteamericano, debido al carácter directo de sus piezas, que trataban la figura humana a través de bloques de madera tallados y pintados, a los que adosaba diversos objetos. Es incluida en 1961 en la importante exposición “Art of Assemblage”, realizada en el MoMA, con lo que ingresa definitivamente a la escena artística neoyorquina e internacional.
 
Posteriormente, la figura en su obra se abstrae y geometriza, y la composición se inspira en lo totémico. El talante independiente e irónico de Marisol la llevó a mezclar diversos materiales, técnicas y objetos en sus piezas, y a hacer del ensamblaje un lenguaje que se avenía muy bien con sus propósitos expresivos. Sus obras comenzaron a caracterizarse no sólo por esta compleja multiplicidad, sino por la particular disposición espacial y el tono satírico con que abordaba los temas tratados. 
 
En 1968 representó a Venezuela en la XXXIV Bienal de Venecia, y a comienzos de la década siguiente participó en importantes muestras colectivas en Inglaterra, Japón, Francia, Alemania, Italia y Estados Unidos.
 
Su primera exposición individual en Venezuela tuvo lugar en la Galería Estudio Actual en 1973. Durante esa década realizó una serie de importantes obras públicas para Caracas, así como la obra La reina Isabel para el Museo de Arte Contemporáneo de la capital venezolana. En los ochenta sigue desarrollando varios de sus temas recurrentes, los retratos –una serie numerosa que abarcó figuras destacadas de la política, el arte y la cultura internacionales– y los grupos familiares. 
 
En 1984 le es otorgado el Premio Nacional de Artes Plásticas de Venezuela, y al año siguiente, el Premio de excelencia en dibujo de la Comisión de Arte de la Ciudad de Nueva York. 
 
En los años posteriores se realizaron varias muestras individuales de su trabajo, entre las que destacan las realizadas en el Museo de Arte Contemporáneo de Houston (1977), el Instituto Smithsoniano (Washington, 1991), la itinerante organizada por la Galería Marlborough de Nueva York, y que viajó a varios museos de Japón (1995), y la realizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (1996).
 
Marisol logró expresar temas clásicos desde una perspectiva novedosa que captó y supo transmitir la visualidad múltiple y compleja del mundo contemporáneo. Por ello sus imágenes calan tan hondo en nuestra sensibilidad. Tuvo un sentido excepcional de la síntesis del volumen figurativo, de la disposición de las masas en el espacio y, al mismo tiempo, del detalle como potente contenedor de significado. De allí, su maestría como creadora de una obra única y personalísima, en la que lo enigmático, lo irónico y lo imaginativo se entremezclan para dar a lo contingente la permanencia de lo eterno.